martes, 20 de enero de 2009

BODA EN PINAMAR

Me encanta el mar. Y me gustan las bodas.
Así que, cuando me enteré de que Karina se casaba en Pinamar, no lo pensé dos veces: tenía que estar ahí, presente.
Hacía algo más de dos años que no la veía, desde que nos separamos. Bah, desde que ella se separó de mi, argumentado que no cubría sus expectativas una relación bohemia como la nuestra. Ella siempre fue ambiciosa, yo más lírico. Cuando me estaba dejando quise retenerla con una última frase:
- Si te vas, si me dejás, no vas a ser feliz.
Se rió y dio un portazo.
Estuve mucho tiempo mal, abatido y aún tengo esa sensación de vacío. Por eso pienso en la necesidad de exorcizar este sentimiento yendo a Pinamar a presenciar la ceremonia. Porque las bodas me gustan. Y el mar, también.

Llegué a la costa en mi camioneta a eso de las 16 horas. Tenía dos o tres horas antes de concurrir a la Iglesia Nuestra Señora de la Paz, donde se realizaría el oficio religioso, el Santo sacramento del matrimonio. Me alojé en La Posada, un hotel que ya conocía y que queda cerca del mar, ya que en algún momento iría a caminar por la playa. Comí algo liviano y fui a mi habitación para vestirme para la ocasión.

La iglesia estaba colmada, mucha gente adinerada, autos lujosos en la puerta. Tal como quería Karina, el día perfecto, el lugar ideal y el hombre soñado. Distinguí al novio cerca del altar, se lo veía sumamente nervioso, elegante en su smocking negro. Se oyeron unos acordes y el coro entonó una pieza de Bach en alemán. No es que sepa de música de cámara, sino que esa era la pieza que yo había elegido en el caso de habernos casado con Karina. Se ve que le gustó entonces y la utilizó ahora.
En la entrada hizo su aparición la novia. Espléndida, radiante. Con el pelo recogido hacia atrás, dejando visible el óvalo perfecto de su rostro. Seria, fría, controlada, avanzaba sola por el pasillo, con un vestido de película. Era la estrella de la jornada, “su” jornada. Su sueño se haría realidad: estabilidad económica, un apellido importante, un marido buen mozo y triunfador. Pasó a mi lado y juro que me emocioné.
La ceremonia no fue muy larga. Luego de dar el “si”, y recibir los aplausos, giraron y caminaron lentamente hacia la entrada, sonriendo a ambos lados. Cuando estaban ya terminando el trayecto, los intercepté.
- ¿Vos? –preguntó asombrada Karina.
Más allá de la sorpresa de verme después de tanto tiempo y del modo en que aparecí, su rostro estaba pálido al verse apuntada a la cabeza por una pistola Smith and Wesson calibre 45.
- Tranquilo –musitó el novio.
Con el dedo índice en los labios, le hice seña para que guardara silencio. La miré a Karina y, sonriendo tristemente, le expresé:
- Te dije que no ibas a ser feliz.
La novia cerró los ojos. Yo cerré mi dedo en el gatillo.
El estruendo resonó por toda la capilla. Por unos segundos, no se escuchó nada más.
Karina abrió los ojos y se llevó la mano a la cara, que estaba salpicada con sangre, al igual que su (ya no) inmaculado vestido. Vi estupor en su mirada. Le sonreí nuevamente. Fue entonces que se percató del cuerpo caído a su lado. El disparo le había arrancado media garganta al novio y, entre convulsiones, se le iba la vida. En el último momento decidí que la muerte no sería suficiente castigo, que el sufrimiento debía ser mayor. Un grito desgarrador escapó de su boca cuando se agachó a tratar, en vano, de salvar a su amado.
En el griterío y la confusión, aproveché para irme, sin que nadie se atreviera a detenerme.

No sé cuanto tiempo pasó, se me presenta borroso. Sé que subí a mi camioneta y anduve por las dunas. Luego caminé por la playa hasta un bosque. El recuerdo de haber visto sobrevolar a un chimango me llega en retazos.
Ahora estoy en mi habitación, esperando a que me venga a buscar la policía. No deben tardar. Hubo muchos testigos, además de las filmaciones y fotos. Quizás mis antecedentes psiquiátricos influyan para atenuar la condena. Si tengo suerte, quizás salga en unos años. Entonces buscaré de nuevo a Karina, para terminar el trabajo.
Se oye una sirena acercándose. Me asomo por la ventana y siento el ruido del agua en la playa.
Alguien golpea enérgicamente la puerta de la habitación.
Voy a extrañar ver el mar, porque me encanta.
Las bodas ya no tanto.


FIN

10 comentarios:

ilegalmente rubia dijo...

me da la impresión que no iba a ser feliz ni sin ti, ni contigo.. no se por qué..

ADENOZ dijo...

Sería algo así:
Si no sos feliz conmigo, no lo serás con nadie.
Somos así de egoístas, aunque no tan extremistas, o si?

Alejandra Conte es:La Kolorada Siniestra dijo...

Que alegría se llevaria alguna ex tuya si lee este post,no?

Dalma dijo...

esto es genial, celebro tu vuelta en serio...

es una injusticia carecer de los mecanismos necesarios para que tus relatos lleguen a más público

ADENOZ dijo...

Kolo:
Más que alegría, le daria miedito, creo.

ADENOZ dijo...

Dal:
Gracias, bebé.

el_iluso_careta dijo...

buen texto maraka...
escuchando 08 - Veinte Minutos\Las Pelotas - Corderos De La Noche

Maga DeLin dijo...

Ahora entiendo porque hay personas que lloran en las bodas!

Buen relato. Saludos!

Tulipán dijo...

Francamente me encantó, es muy bueno, felicitaciones. ¿o será que en la cárcel no tienen internet? :)

Arle dijo...

Pobre, todo porque no esa chirusita no le quiso hacer caso. ¡ Casi que se lo tenía merecido!

Me gustó mucho Mr. Ade. Felicitaciones!